MODA PARA PRINCIPIANTES: UN CURSO IMPARTIDO POR UN INEXPERTO

Kevin Gorian
MODA PARA PRINCIPIANTES: UN CURSO IMPARTIDO POR UN INEXPERTO

Imágenes TYLER Shields.

Bienvenidas, criaturas, a Moda para Principiantes, una columna que pretende explicar el mundo de la moda como si de la tabla del uno se tratara: fácil, sencillo, con humor.

“Moda”. Qué palabra tan... curiosa. La usamos con diversos fines: para hablar de cómo nos vestimos, para referimos a lo que está en tendencia (ya sea cierto par de zapatos, alguna canción, película o manera de expresarnos), así como para hablar de una industria gigantesca, la segunda más contaminante del mundo, tan solo detrás del sector eléctrico. Todo un paraíso ideal en el que combinar tartán con animal print es un pecado capital que te puede hacer acreedor a un lugar en el infierno, justo alado del reservado de Alexander Wang.

La Real Academia de la Lengua Española (institución que para mí todavía tiene cierta credibilidad) define la moda como el “gusto colectivo y cambiante en lo relativo a prendas de vestir y complementos”; yo, un simple mortal que hasta hace cinco años pensaba que Chanel era la manera incorrecta de escribir channel (“canal” en inglés si lo tuyo no es el idioma más hablado del mundo), la defino como “un universo de complejidades que se expanden más allá de mi entendimiento” o, también, como “lo que me permite seguir gastando en complementos innecesarios para videojuegos”. A veces es eso que “me deja explorar las posibilidades de la belleza y la pasión por lo bien hecho”, “todo un universo de creatividad, amor y asombro” o lo que “me mantiene en constante estrés y ansiedad” (todo, por supuesto, en el mejor de los sentidos). La definición cambiará dependiendo de la hora del día a la que me preguntes. “¿Y por qué te preguntaría a ti?”, te estarás cuestionando. Y no te culpo. No sé. Tan solo llevo poco más de 1826 días dedicándome a esto; un parpadeo si lo comparamos con la eternidad que Anna Wintour lleva con su alma atada a las paredes blancas de las oficinas de Condé Nast.

Entonces, sí, ¿quién soy yo para hablarte de moda? ¿Un experto capaz de justificar la elección de una falda de volantes por sobre una drapeada? ¿Un stylist con la capacidad de juzgar las decidiones de un director creativo? No; no del todo. Soy (fui) un estudiante de comunicación y cine que se convirtió en vidéografo y en fotógrafo y en redactor y que la primera vez que estuvo frente a una mochila Gucci lo único que pudo pensar fue: “Uhm. Qué extraña combinación de colores, nunca la usaría”. Y, sigo sin hacerlo, pero por razones más relacionadas a mi cuenta de banco que a mi gusto personal (como todos, adoraba a Michele; lo perseguí por las calles de Milán para tomarme una foto con él). Soy una persona que se ha formado de manera empírica en estas cuestiones de hilos y telas, y que ha llegado a apreciar cada uno de los detalles que intervienen en este delicado mecanismo, tan sorprendente, tan... casi irreal.

Así que sí: mi aventura en el mundo de la moda comenzó hace cuatro años, cuando, por azar y suerte, llegué a esta revista, allá en un tiempo en el que “todo esto era monte”, cuando aún era el blog de dos hermanos, Sira y Alex, quienes habían decidido dedicar su vida a un sector de la existencia humana en el que yo nunca creí que estaría. Fue a través de ellos, y a través de las personas que he conocido a lo largo de las largas horas de planeación, fotos, videos, maquillaje y peinado, que descubrí una verdad casi absoluta, una que desafía lo que el grueso de la población suele (o solía, no estoy muy en sintonía con las juventudes del ahora) pensar

acerca de esta industria: la moda es arte utilitario, o, como diría Matthieu Blazy (más sobre su trabajo en Bottega Veneta que sobre la moda en general, pero me permitiré citarlo fuera de contexto): “artesanía en movimiento”. No es la cosa banal que podríamos llegar a creer si miramos hacia dentro de la casa a través de una ventana, criticando mientras nos sentimos anarquistas ataviados en Vivienne Westwood, hijos de la contracultura que beben Starbucks.

A lo largo de estos años, he aprendido a ver más allá de lo que subyace en la superficie; no ha sido fácil. Mi primer gran reto fue entender el calendario de la moda: que si 2022 se presentó en 2021, que si la colección Crucero, que si la Pre-Fall, que si ahora es en París, ahora en Milán, ahora en Marruecos y luego en Beijing... A decir verdad, como un simple mortal que sabía de cámaras y de películas y de la teoría de la aguja hipodérmica de Lasswell, he ido construyendo una idea a partir de los pedazos que fui encontrando; y, bueno, cuando me integré a este escenario (porque, si hemos de ser sinceros, vivimos una gran obra de teatro que vende sueños) me habría gustado tener un guion mucho mejor armado. Uno que me explicara, para principiantes, todo lo que los demás alrededor de mí parecían ya saber: que si la marca se llama Saint Laurent, ¿por qué detrás de ella está un tal Nicolas Ghesquière? Que si estamos en verano, ¿por qué estoy viendo lo de invierno? ¿Por qué esto está en tendencia, y esto no? ¿La moda de verdad es cíclica? ¿Por qué los cortes en las siluetas (la ropa) representan el estado económico de la sociedad? Vaya. Había muchas preguntas y las respuestas parecían estar allí, tan lejos y, a la vez, tan cerca. Cuando estás en un lugar donde se supone que estos conocimientos son básicos y todos parecen saber ya lo que sucede, no puedes permitirte hacerles ver que tú lo desconoces. ¿O sí?

Durante mucho tiempo, le he estado dando vueltas a esta “columna” o “sección” o como quieras llamarla. A este “curso impartido por un inexperto”, una guía básica para las personas que tienen preguntas que no se atreven a hacer, o que, simplemente, sienten curiosidad sobre cómo es estar dentro (lo más adentro que yo he llegado) del mundo del glamour, de la ilusión y, también, de los grandes conceptos, del esfuerzo, de la pasión.

Como explicó Miranda Priestley en ese ya icónico discurso a Andy: nadie está exento del mundo de la moda; aunque no estemos directamente relacionados (trabajando como fotógrafos o directores creativos, diseñadores, asistentes o lo que te venga a la mente), la ropa que usamos la elegimos por una razón, hay procesos detrás, procesos que cuentan nuestra historia y las de los demás. Hay equipos creativos y decisiones difíciles; alianzas y traiciones; cadenas de suministro y mano de obra; grandes empresarios y grandes caídas; ideas, sueños, deseos.

¿Qué es esto, a fin de cuentas? Mi instructivo para el mundo de la moda. Una mano amiga que, a través de sus propias experiencias, a través de entrevistas, videos e imágenes, intentará hacértelo todo más simple, explicarte con peras y manzanas, de uno más uno, qué hay bajo la superficie de este océano embravecido. Qué sí. Qué no. Calendarios. Estructuras. Marcas. Historia. Semanas de la Moda. Colecciones. Fácil. Sencillo. ¿Divertido?

Es moda para principiantes, explicada por un ya-no-tan-principiante.